LA VIOLENCIA Y LA SALUD MENTAL
POR AYAIBEX MONTAS/SD
El delito de homicidio es uno de los más graves y perjudiciales a la sociedad; es la forma más extrema de expresión y resolución de los conflictos sociales entre las personas y los colectivos. No hay cultura sobre el planeta, ni época alguna en que un pueblo humano no se haya enfrentado a la noción de la violencia. Por más primitiva que sea la cultura, en la medida que ya exista algún grado de reflexión consciente, se instala indefectiblemente en el corazón del hombre la intuición sobre el lado oscuro de la naturaleza humana. Cuántas generaciones y generaciones de hombres han sido ya atrapados por la quemante reflexión: ¿Qué es la violencia?, ¿de dónde proviene tanta violencia?.

La repercusión de esto nos enseña que hay una potencialidad destructiva que habita en cada ser humano. Jung le llamaba la sombra. La violencia forma parte del inconsciente colectivo. Y esto pudiera ser un diagnóstico cultural.
La palabra en castellano de violencia surge en el siglo XIII y se refiere a la fuerza y al poder viene del prefijo vis y hace alegoría a la locución violentia para describir una cualidad o acción, se aplica a seres animados o inanimados como a situaciones, estados y fenómenos. Para caracterizar una intensificación cuantitativa cuando se traspasa un límite con efectos destructivos.
En la violencia humana la 1era diferenciación que hay que hacer es su carácter subjetivo y objetivo. La violencia subjetiva es aquella que experimenta el sujeto cuando percibe una agresión y su significado o impacto dependerá de las categoriales intelectuales y Morales del sujeto para darle un sentido. La violencia subjetiva asociada a los conflictos internos tiende a proyectarse en un intento de expulsarla dando generalmente lugar a las conductas agresivas. El sujeto va a reaccionar con huida, sumisión o contraataque. La interpretación puede intensificar o reducir los efectos de la agresión. Por su parte, la violencia objetiva es la violencia que el individuo vive originada en el exterior y cuya apreciación puede ser colectiva y objetivarse. La violencia objetiva puede ser tanto causa como efecto de la violencia subjetiva y suele materializarse a través de las relaciones sociales.
Antes en psicología se planteaba que desde que venimos al mundo estamos en violencia, se habla del trauma del nacimiento y del instinto de muerte o autodestructivo. Lorenz define la agresión como aquel instinto que lleva al hombre como al animal a combatir miembros de su misma especie. Desde la historia natural la conducta agresiva se divide en 3: ofensiva, defensiva (amenazadora o sumisa) y predatoria (lúdica o nutricia). La conducta agresiva en cualquiera de sus tipos es un proceso. La violencia implica en su aspecto psicológico la vivencia de una impotencia y desencadena la necesidad de salir de ese estado mediante la conducta agresiva.
Las causas de la violencia son múltiples y suficientemente conocida por el sentido común: maltrato en la infancia, padres con herencia de violencia, consumo de brutales películas, noticias, videojuegos de violencia, crisis económica, pobreza, represión política, pérdida de valores o defensa fanática de algunos de ellos, anomia, estrés en el trabajo, desempleo, presión de grupo, soledad, consumo de droga, trauma, depresión, brote psicótico. La articulación de dichos factores en su especificidad e intensidad llevan a un individuo a respuestas agresivas por frustración como ya puso de relieve el conductismo en los años 30 del siglo XX en una hipótesis que dominó hasta los 70 que la frustración individual de la voluntad contrariada se externaliza en forma de agresión y de proyección (desde el nivel instintivo al simbólico) alimentando a la violencia social (j dollard).
Según Charles Tilly hay 3 paradigmas básicos para investigar la violencia según se enfoque la atención en las ideas, las conductas o las relaciones. Este autor parte de la desigualdad social entre ellos-nosotros.
La asociación entre homicidio y enfermedad mental ha sido un tema a debate en el campo de la Psiquiatría y la Criminología durante décadas. Algunos estudios hablan de una leve asociación entre homicidas y cualquier tipo de psicosis, sin embargo, esta visión ha sido rebatida de manera constante en la literatura.
Existe un consenso en el cual el riesgo de ejecutar un homicidio es mucho mayor en personas con problemas de uso, abuso y dependencia de alcohol y otros tóxicos que en cualquier otro tipo de enfermedad mental; además, de determinados rasgos de personalidad que predisponen a la violencia, especialmente la de tipo predatoria o instrumental, como el Trastorno de la Personalidad Antisocial (TPA) o la psicopatía.
Entre las entidades que la literatura relaciona de manera significativa con hechos criminales violentos como el homicidio, encontramos los trastornos asociados al consumo de sustancias, pero, a diferencia de los crímenes cometidos por los psicópatas antisociales, que esencialmente responden a un patrón de respuesta violenta predatoria o instrumental, un medio para un fin, en los alcohólicos y otros toxicómanos, la violencia suele ser reactiva o emocional, por lo general precedida por un altercado, en medio del cual el sujeto bajo influencia del tóxico, carece del control de impulsos necesario para evitar el paso al acto, aún ante situaciones que luego parecen intrascendentes, pues neurobiológicamente funciona a nivel subcortical, con bloqueo de la corteza frontal.
En la historia del ser humano, la existencia de trastornos mentales en los protagonistas de la violencia social, en especial del homicidio, ha sido una realidad constante.
Aunque es un hecho que los individuos con trastornos mentales son más vulnerables de cometer homicidios, no se puede afirmar que todos los enfermos mentales sean homicidas ni que todos los homicidas sean enfermos mentales, pero en muchas ocasiones la enfermedad mental es un factor desencadenante.